Semana Santa: Celebración Familiar Josefina


Familias Josefinas, desde estas líneas les invitamos a vivir con mucho fervor y devoción el domingo de ramos, el jueves y viernes santo, la Pascua de Resurrección. Sintámonos acompañados, todas y todos por Él en nuestros Hogares – Talleres. A la vez, informémonos por los diversos medios de comunicación social sobre la realidad, para que se nos permita comprender con discernimiento desde la fe, estos tiempos intensos de incertidumbre. Y que el día doce de abril podamos proclamar con alegría: ¡Ha resucitado el Señor, nuestro amor y nuestra esperanza! Como nunca quizá, tenemos ahora la oportunidad de celebrar la Semana Santa en familia, unidos en oración, y desde nuestra fe, con actitud humilde, compartir el pan en comunión espiritual y sentirnos Iglesia que peregrina hacia la patria definitiva de un Dios Padre misericordioso. Son grandes y buenos motivos para acompañar al Señor en su pasión, igual que él acompaña a nuestro mundo tocado por la enfermedad, por la pobreza y el dolor.

Hoy es Domingo de Ramos: Hoy recordamos la entrada de Jesús en Jerusalén y lo esperaban con ramos y palmas y habían puesto alfombras en su camino. El Señor realmente compartió con su pueblo que gritaba su nombre, aclamándolo como REY Mesías, Salvador.

…Hoy muchas familias no tendremos ramos, ni palmas, ni podremos poner alfombras, pero si podemos decir que nuestros ramos y palmas son: nuestra responsabilidad al quedarnos en casa por la salud, en solidaridad y amor, por ello también nuestras manos que con la protección debida, ayudan a los más pobres y frágiles.

Jueves Santo: No vamos a detenernos en una pasión de dolor, sino centrémonos en el recuerdo de la cena de despedida que Jesús realiza con sus discípulos y en los dos acontecimientos que en ella se desarrollan: el lavatorio de los pies y la institución de la eucaristía. Servicio y compartirse como el pan.

Uno de los acontecimientos en la cena: lavar los pies, este era un servicio que solo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve, no como el señor. El compartir el pan y el vino son signos que expresan exactamente la misma realidad significada: la entrega total de sí mismo por parte de Jesús.

Jesús nos dio un mandamiento nuevo, que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado.

Esta es la explicación definitiva que da Jesús a lo que acaba de hacer. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amarnos como Él ama! ¡Amarnos como ama el Padre-Madre que incluye a todos sus hijos e hijas”

La invitación es hacer memoria de la esperanza que sostiene nuestra fe. En los momentos difíciles que nos toca vivir, quizá, el miedo, la incertidumbre y la desesperación puedan oprimir nuestro corazón, pero como las mujeres que ungieron y acompañaron a Jesús en sus últimos días en Jerusalén hoy seguimos llamadas y llamados a acompañar al pie de la cruz, a sostener la esperanza, a ungir la vida para que la Buena Noticia del Reino siga teniendo un lugar en el mundo.

La esperanza no defrauda. Dios resucitó a Jesús y su Espíritu de Vida está con nosotros todos los días hasta el fin.

…Hoy como familia hagamos el jueves una cena sencilla, valoremos la VIDA compartida, aprovechemos estos días para descubrir en la familia la vida que existe en cada uno, cada una de las personas que tenemos a nuestro lado. En esta inmovilidad social, con la vivacidad e inquietud de los hijos, niñas, jóvenes, reconciliémonos en la familia, seamos cercanos, acordémonos de que tenemos pan para compartir, preocupémonos como familia de aquel vecino que no tiene, compartamos un pan, una fruta. Llamen por teléfono, dejen un mensaje por las redes sociales al familiar que vive solo, al que está enfermo, gestos de interés por los ancianos para que se sientan acompañados.

Estamos llamados(as) a servir no a ser servidos. Enseñemos eso a nuestras pequeñas y adolescentes para que valoren la vida de los demás, solo así descubriremos que la verdadera Vida, la alcanzaremos dándonos a los demás. El Papa nos decía ahora poco: “el pensamiento y el espíritu pueden llegar lejos con la creatividad del amor”.

Viernes Santo: Jesús murió por ser fiel a la idea de Dios como Padre, como amor incondicional a la humanidad, sin embargo, seguimos pensando que el dolor y la muerte son incompatibles con la presencia de Dios. Muchas veces un Dios que no dé seguridades a nuestro yo, no nos interesa, un Dios que no nos garantice la permanencia del yo individual y egoísta no satisface nuestras apetencias.

No nos quedemos con los sentimientos de una muerte tan brutal. Millones de personas antes y después de Jesús; ahora con esta pandemia que nos está afectando y afecta a todo el mundo.

La muerte de Jesús no fue un accidente, sino consecuencia de su manera de ser y de actuar. El hecho de que no dejara de decir lo que tenía que decir, ni de hacer lo que tenía que hacer, aunque ello le costaría la vida, es la clave para compren­der que la muerte no fue un accidente, sino una consecuencia de su vida a la manera de Dios.

Las palabras y los gestos de Jesús en la última cena, sobre el servicio total a los demás, pueden significar la más elevada toma de conciencia de Jesús sobre el sentido de su vida. Tal vez en ese momento, cuando ya era inevitable su muerte, descubrió el verdadero sentido de una vida humana. Ese sentido no puede ser otro que el servicio, la donación total a los demás como culminación de humanidad.

Hoy como familia, únanse y miren cómo está el amor a Dios, qué lugar ocupa en el hogar, en la vida de cada una, cada uno. Él está allí donde hay amor, aunque sea con sufrimiento y muerte. Reflexionen si el «yo», el egoísmo, el individualismo sigue siendo el centro de la existencia, si fuera así no tiene sentido celebrar y / o llorar la muerte de Jesús; y tampoco celebrar su «resurrección». Revisen acciones, gestos, actitudes que son signos de vida en esta pandemia que nos da la oportunidad de estar aislados, pero unidos en familia.

Que el Señor nos acompañe y bendiga ante estos nuevos desafíos. Como nos animó el Papa Francisco en su bendición extraordinaria Urbi et orbi (27 de marzo): “¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?… No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida”; así juntos animémonos a vivir y celebrar la Semana Santa, y contemplemos una vez más el camino de su Pasión, Muerte y gloriosa Resurrección.